Renedo de Valdetuéjar
EL PUEBLO QUE PERDIÓ EL MEJOR PALACIO DE LEÓN
Foto: Uno de los arcos más bonitos y antiguos de Renedo. Sin embargo, la casa resiste a duras penas. Mauricio Peña.
Sólo quedan algunas piedras, y todas olvidadas
Manuel C. Cachafeiro
Manuel C. Cachafeiro
Renedo de Valdetuéjar está situado en una de las ‘esquinas’ de León. En el llamado valle del hambre, en el municipio de Valderrueda, al noreste de la provincia. Recorriendo el pueblo aún se pueden ver muchos restos de lo que tuvo que ser uno de los mayores conjuntos patrimoniales de León. Una visión que no refleja la fachada de la obra hospitalaria de Nuestra Señora de Regla, a donde fueron llevadas la mayoría de las piedras del llamado palacio de Renedo.
En el Día Mundial del Patrimonio, que se celebra hoy, se pueden contar muchas historias, pero ninguna tan desgarradora como ésta. Renedo de Valdetuéjar tuvo el mejor palacio de León, pero hoy lo poco que queda de tan noble construcción resiste como puede, a la intemperie del olvido y la falta de ayudas.
Lo poco que queda es la muralla del palacio, que se está cayendo, y algunos escudos, ventanas, y arcos en algunas casas próximas que debieron ser también parte de la fortificación.
El palacio acabó en León, tras la guerra civil, después de pasar por varias manos. Agustín Alfageme, un importante industrial leonés, lo compró a la familia que lo había tenido siempre en 1905. El valle del hambre se le llamaba justo por los impuestos que debían pagar los habitantes al señor feudal. Tanto era que pasaban muchas necesidades.
Poco después, cambió de manosy fue a parar a otro empresario, Felipe Fernández, que había hecho fortuna en México.
La historia del palacio cambió en realidad el día que el obispo Almarcha se fijó en él para trasladar su fachada a la capital leonesa, como antes había hecho con parte del monasterio de San Pedro Eslonza en lo que hoy es la entrada principal de la iglesia de Renueva. Almarcha no tenía dinero suficiente, pero sí mucho poder.
La primera idea fue que sus piedras sirvieran para levantar el nuevo santuario a la Virgen del Camino. De ahí que otro indiano leonés, Pablo Díez, aceptara comprarlo por sugerencia de Almarcha y que los descendientes de Felipe Fernández dieran el sí a su venta con esa condición. Los problemas llegaron, según algunos autores, por la falta de sintonía entre el director de obra, Torbado, y el arquitecto dominico portugués Fray Coello. Aquella fachada herreriana no pegaba con la vanguardia de los años 50. Sin embargo, para otros autores, Almarcha quería llevarse las piedras para León, y punto.
Las piedras ya no volvieron a Renedo de Valdetuéjar. Se quedaron y tuvieron otro comprador, la Diputación, que pensó en utilizarlas en el nuevo Conservatorio de Música de Santa Nonia. Pero el proyecto que salió adelante, más moderno y funcional, las descartó. Al final, los vestigios del palacio fueron de nuevo vendidas, esta vez al Obispado de León, por el módico precio de 800.000 pesetas. Esos años fueron años de negociaciones a varias bandas. Y así la Diputación se hizo con el viejo hospital de San Antonio Abad, en el complejo hospitalario, que pertenecía a una fundación del Cabildo Catedralicio. Por otro lado, el Obispado vendió al Ministerio de Información y Turismo el edificio de San Marcos para un parador por 11 millones de pesetas. Almarcha, siempre atento a todo lo que se movía en León, pensó entonces en crear una gran clínica aprovechando la antigua tradición hospitalaria del clero leonés y con la ayuda del dinero recaudado por la venta de San Marcos.
Las piedras de Renedo de Valdetuéjar tuvieron, por fin, nueva vida. El resultado, no tanto. Para encajar la fachada se tuvo que romper la muralla para dejar una calle intermedia entre el claustro de la catedral y la Obra Hospitalaria.
El proyecto también tuvo en cuenta las ideas del escultor Andrés Seoane y, al final, la portada incluyó columnas toscanas, grandes escudos del león rampante y una decoración condistintas coronas de florones.
En el pueblo todos se quejan del abandono del palacio. “Lo mejor se lo llevaron”, dicen. Algunas casas han conservado parte de sus elementos decorativos, aunque nadie parece apreciar el potencial de un pueblo que un día tuvo el mejor palacio de la provincia de León.
En el Día Mundial del Patrimonio, que se celebra hoy, se pueden contar muchas historias, pero ninguna tan desgarradora como ésta. Renedo de Valdetuéjar tuvo el mejor palacio de León, pero hoy lo poco que queda de tan noble construcción resiste como puede, a la intemperie del olvido y la falta de ayudas.
Lo poco que queda es la muralla del palacio, que se está cayendo, y algunos escudos, ventanas, y arcos en algunas casas próximas que debieron ser también parte de la fortificación.
El palacio acabó en León, tras la guerra civil, después de pasar por varias manos. Agustín Alfageme, un importante industrial leonés, lo compró a la familia que lo había tenido siempre en 1905. El valle del hambre se le llamaba justo por los impuestos que debían pagar los habitantes al señor feudal. Tanto era que pasaban muchas necesidades.
Poco después, cambió de manosy fue a parar a otro empresario, Felipe Fernández, que había hecho fortuna en México.
La historia del palacio cambió en realidad el día que el obispo Almarcha se fijó en él para trasladar su fachada a la capital leonesa, como antes había hecho con parte del monasterio de San Pedro Eslonza en lo que hoy es la entrada principal de la iglesia de Renueva. Almarcha no tenía dinero suficiente, pero sí mucho poder.
La primera idea fue que sus piedras sirvieran para levantar el nuevo santuario a la Virgen del Camino. De ahí que otro indiano leonés, Pablo Díez, aceptara comprarlo por sugerencia de Almarcha y que los descendientes de Felipe Fernández dieran el sí a su venta con esa condición. Los problemas llegaron, según algunos autores, por la falta de sintonía entre el director de obra, Torbado, y el arquitecto dominico portugués Fray Coello. Aquella fachada herreriana no pegaba con la vanguardia de los años 50. Sin embargo, para otros autores, Almarcha quería llevarse las piedras para León, y punto.
Las piedras ya no volvieron a Renedo de Valdetuéjar. Se quedaron y tuvieron otro comprador, la Diputación, que pensó en utilizarlas en el nuevo Conservatorio de Música de Santa Nonia. Pero el proyecto que salió adelante, más moderno y funcional, las descartó. Al final, los vestigios del palacio fueron de nuevo vendidas, esta vez al Obispado de León, por el módico precio de 800.000 pesetas. Esos años fueron años de negociaciones a varias bandas. Y así la Diputación se hizo con el viejo hospital de San Antonio Abad, en el complejo hospitalario, que pertenecía a una fundación del Cabildo Catedralicio. Por otro lado, el Obispado vendió al Ministerio de Información y Turismo el edificio de San Marcos para un parador por 11 millones de pesetas. Almarcha, siempre atento a todo lo que se movía en León, pensó entonces en crear una gran clínica aprovechando la antigua tradición hospitalaria del clero leonés y con la ayuda del dinero recaudado por la venta de San Marcos.
Las piedras de Renedo de Valdetuéjar tuvieron, por fin, nueva vida. El resultado, no tanto. Para encajar la fachada se tuvo que romper la muralla para dejar una calle intermedia entre el claustro de la catedral y la Obra Hospitalaria.
El proyecto también tuvo en cuenta las ideas del escultor Andrés Seoane y, al final, la portada incluyó columnas toscanas, grandes escudos del león rampante y una decoración condistintas coronas de florones.
En el pueblo todos se quejan del abandono del palacio. “Lo mejor se lo llevaron”, dicen. Algunas casas han conservado parte de sus elementos decorativos, aunque nadie parece apreciar el potencial de un pueblo que un día tuvo el mejor palacio de la provincia de León.
Foto: Uno de los arcos más bonitos y antiguos de Renedo. Sin embargo, la casa resiste a duras penas. Mauricio Peña.
Etiquetas: León
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