Un grito en el Valle del Silencio
ROBO EN LA ERMITA DE SANTA CRUZ DE MONTES DE VALDUEZA
* Profesor de Geografía e Historia en el IES "Gil y Carrasco" de Ponferrada.
Crónica de la Desolación
Por Rafael González Rodíguez *
Cuenta Valerio del Bierzo en sus “Obras” que entre los eremitas y anacoretas que eligieron en el siglo VII las agrestes tierras del Valle del Silencio como lugar de retiro y oración se encontraba un tal Saturnino, discípulo suyo, que procedente de lejanas tierras, habría edificado en Montes de Valdueza, en uno de los rincones en los que se retiraba el mismísimo San Fructuoso - junto a una cruz de madera- un oratorio dedicado a la Santa Cruz, San Pantaleón y otros mártires. El nuevo santuario, consagrado por el obispo de Astorga, Aurelio, se encontraba encaramado sobre la roca, al pie del precipicio que se abría sobre el valle. Tras la muerte de Valerio, hacia 695, la historia de nuestra ermita se desvanece por completo, engullida por los confusos acontecimientos relacionados con la invasión musulmana y unos decenios posteriores de total opacidad documental.
Casi dos siglos después, Genadio, emulando al gran patriarca del monacato berciano visigodo, recuperó la vida monástica en aquellos valles y restauró algunas de las viejas fundaciones visigodas. Se levanta de nuevo así, a finales del siglo IX, el antigo monasterio “Rufianense”, conocido a partir de ahora como San Pedro de Montes, que habría de alcanzar una gran expansión y notoriedad durante toda la Edad Media. Es en este mismo momento, o quizás muy poco después, cuando se devuelve a la vida la próxima ermita de Santa Cruz, como constaba por un epígrafe fechado en 905 que hacía referencia a su dedicación múltiple.
Nuestra humilde ermita debió derribarse y rehacerse de nuevo en varias ocasiones a lo largo de su azarosa historia, modificando incluso ligeramente su ubicación original. En 1609 parece que aún perseveraba parte de su antigua disposición. Una de las últimas intervenciones documentada, que debió otorgarle además su actual aspecto, se fecha en 1723. El edificio, tal y como hoy se presenta al visitante, tiene más de arquitectura popular que de monumentalidad religiosa. En su fachada principal, por encima del cargadero que protege la única puerta de acceso, fueron recolocadas diversas piezas altomedievales de procedencia topográfica incierta, pero que perpetuaban la memoria de un lugar de culto de orígenes visigodos. A la inscripción dedicatoria ya mencionada, se unían un bajo relieve con la cruz griega asturleonesa flanqueada por el Alfa y el Omega, varias piezas de un posible cancel visigodo con decoración geométrica y restos de una ventana ajimezada, en cuya parte superior se encontraba una inscripción alusiva a la Santa Cruz: “Aecce Sancte Crucis” o “Aeclesie Sancte Crucis”.
La estampa que ha venido ofreciendo nuestra ermita hasta ahora cambió radicalmente en la tarde del pasado domingo 4 de marzo de 2007. El epígrafe dedicatorio del siglo X (no es visigodo como se incide reiteradamente en los medios de comunicación) ha desaparecido, coincidiendo curiosamente con el anuncio de que esta pieza había sido seleccionada para la exposición “Las Edades del Hombre”, a celebrar en Ponferrada durante el presente año. En esa misma aciaga tarde-noche fueron extraídas a instancias del rector de la basílica de la Encina el resto de piezas y trasladadas con urgencia a Ponferrada, según algún testimonio a dependencias de dicha basílica y con el argumento de evitar males mayores. A la mañana siguiente los vecinos pudieron comprobar estupefactos que todo el conjunto había sido extraído precipitadamente, dejando un enorme hueco en la fachada, sostenido sólo por dos puntales de madera y con numerosas piedras caídas al pie de la puerta de entrada. Desde luego, no parece que -independientemente de la buena voluntad y la validez de las razones argumentadas- las condiciones de extracción de los relieves hayan sido las más ortodoxas.
La pieza desaparecida era un pequeño tablero rectangular de granito (410 x 180 x 70 mm.), que hacía las veces de una de las jambas de la improvisada ventana, creada a partir de los demás restos altomedievales. En su origen pudo haber desempeñado las funciones de minúscula mesa de altar. Su inscripción dedicatoria hacía referencia a la advocación múltiple del oratorio: “In honore Sancte Crucis, Sancte Marie, Sancti Iohannis Baptiste, Sancti Iocobi, Sancti Matei, Sancti Clementis”. En el canto derecho, el único visible al espectador, se añadía la data: ERA DCCCCXIII KALS DCBS. Gómez Moreno dudaba en su lectura entre asignarle la Era 940 o 943, concluyendo que la segunda opción era la más fiable por caer en domingo el día consignado, por tanto año 905. En cualquier caso, el “ductus” de las capitales empleadas por el lapicida recuerda al de sus hermanas gemelas del epígrafe conmemorativo de la reedificación de San Pedro de Montes por Genadio que todavía puede admirarse en el derruido claustro reglar.
Cuenta Valerio del Bierzo en sus “Obras” que entre los eremitas y anacoretas que eligieron en el siglo VII las agrestes tierras del Valle del Silencio como lugar de retiro y oración se encontraba un tal Saturnino, discípulo suyo, que procedente de lejanas tierras, habría edificado en Montes de Valdueza, en uno de los rincones en los que se retiraba el mismísimo San Fructuoso - junto a una cruz de madera- un oratorio dedicado a la Santa Cruz, San Pantaleón y otros mártires. El nuevo santuario, consagrado por el obispo de Astorga, Aurelio, se encontraba encaramado sobre la roca, al pie del precipicio que se abría sobre el valle. Tras la muerte de Valerio, hacia 695, la historia de nuestra ermita se desvanece por completo, engullida por los confusos acontecimientos relacionados con la invasión musulmana y unos decenios posteriores de total opacidad documental.
Casi dos siglos después, Genadio, emulando al gran patriarca del monacato berciano visigodo, recuperó la vida monástica en aquellos valles y restauró algunas de las viejas fundaciones visigodas. Se levanta de nuevo así, a finales del siglo IX, el antigo monasterio “Rufianense”, conocido a partir de ahora como San Pedro de Montes, que habría de alcanzar una gran expansión y notoriedad durante toda la Edad Media. Es en este mismo momento, o quizás muy poco después, cuando se devuelve a la vida la próxima ermita de Santa Cruz, como constaba por un epígrafe fechado en 905 que hacía referencia a su dedicación múltiple.
Nuestra humilde ermita debió derribarse y rehacerse de nuevo en varias ocasiones a lo largo de su azarosa historia, modificando incluso ligeramente su ubicación original. En 1609 parece que aún perseveraba parte de su antigua disposición. Una de las últimas intervenciones documentada, que debió otorgarle además su actual aspecto, se fecha en 1723. El edificio, tal y como hoy se presenta al visitante, tiene más de arquitectura popular que de monumentalidad religiosa. En su fachada principal, por encima del cargadero que protege la única puerta de acceso, fueron recolocadas diversas piezas altomedievales de procedencia topográfica incierta, pero que perpetuaban la memoria de un lugar de culto de orígenes visigodos. A la inscripción dedicatoria ya mencionada, se unían un bajo relieve con la cruz griega asturleonesa flanqueada por el Alfa y el Omega, varias piezas de un posible cancel visigodo con decoración geométrica y restos de una ventana ajimezada, en cuya parte superior se encontraba una inscripción alusiva a la Santa Cruz: “Aecce Sancte Crucis” o “Aeclesie Sancte Crucis”.
La estampa que ha venido ofreciendo nuestra ermita hasta ahora cambió radicalmente en la tarde del pasado domingo 4 de marzo de 2007. El epígrafe dedicatorio del siglo X (no es visigodo como se incide reiteradamente en los medios de comunicación) ha desaparecido, coincidiendo curiosamente con el anuncio de que esta pieza había sido seleccionada para la exposición “Las Edades del Hombre”, a celebrar en Ponferrada durante el presente año. En esa misma aciaga tarde-noche fueron extraídas a instancias del rector de la basílica de la Encina el resto de piezas y trasladadas con urgencia a Ponferrada, según algún testimonio a dependencias de dicha basílica y con el argumento de evitar males mayores. A la mañana siguiente los vecinos pudieron comprobar estupefactos que todo el conjunto había sido extraído precipitadamente, dejando un enorme hueco en la fachada, sostenido sólo por dos puntales de madera y con numerosas piedras caídas al pie de la puerta de entrada. Desde luego, no parece que -independientemente de la buena voluntad y la validez de las razones argumentadas- las condiciones de extracción de los relieves hayan sido las más ortodoxas.
La pieza desaparecida era un pequeño tablero rectangular de granito (410 x 180 x 70 mm.), que hacía las veces de una de las jambas de la improvisada ventana, creada a partir de los demás restos altomedievales. En su origen pudo haber desempeñado las funciones de minúscula mesa de altar. Su inscripción dedicatoria hacía referencia a la advocación múltiple del oratorio: “In honore Sancte Crucis, Sancte Marie, Sancti Iohannis Baptiste, Sancti Iocobi, Sancti Matei, Sancti Clementis”. En el canto derecho, el único visible al espectador, se añadía la data: ERA DCCCCXIII KALS DCBS. Gómez Moreno dudaba en su lectura entre asignarle la Era 940 o 943, concluyendo que la segunda opción era la más fiable por caer en domingo el día consignado, por tanto año 905. En cualquier caso, el “ductus” de las capitales empleadas por el lapicida recuerda al de sus hermanas gemelas del epígrafe conmemorativo de la reedificación de San Pedro de Montes por Genadio que todavía puede admirarse en el derruido claustro reglar.
En este mismo blog se ha venido denunciado de forma reiterada la situación de abandono que padece desde hace tiempo la pequeña población de Montes de Valdueza y la desprotección total en que se encontraba esta ermita, a merced de expoliadores o simplemente de gamberros. Ninguna medida de seguridad protegía estos valiosos bajorrelives, que estaban literalmente al alcance de la mano, que es lo mismo que decir de la piqueta, el cincel o el martillo.
Pero este episodio no es más que el penúltimo capítulo de un auténtico momento crítico que vienen atravesando algunos de los nombres más señeros de nuestro patrimonio. Es el caso del robo de otros bajorrelieves altomedievales en Quintanilla de las Viñas (Burgos), la rotura de una de las columnas del ábside de Santiago de Peñalba, el desplome de un ara y el hundimiento de parte del suelo en San Miguel de Escalada, situación de abandono y deterioro del Santuario de la Peregrina de Sahagún, por no hablar de la situación que padece desde hace años la catedral de León, con el desplome de varias de sus gárgolas medievales como testigo más llamativo de un abandono estructural. No estamos hablando de bienes menores, sino de exponentes de primera fila que figuran con letras de oro en cualquier manual de Historia del Arte y que, por otra parte, bien que se publicitan a bombo y platillo con fines turísticos o propagandísticos por las mismas instituciones que los abandonan a su suerte, no ocupándose de su protección y conservación.
Pero este episodio no es más que el penúltimo capítulo de un auténtico momento crítico que vienen atravesando algunos de los nombres más señeros de nuestro patrimonio. Es el caso del robo de otros bajorrelieves altomedievales en Quintanilla de las Viñas (Burgos), la rotura de una de las columnas del ábside de Santiago de Peñalba, el desplome de un ara y el hundimiento de parte del suelo en San Miguel de Escalada, situación de abandono y deterioro del Santuario de la Peregrina de Sahagún, por no hablar de la situación que padece desde hace años la catedral de León, con el desplome de varias de sus gárgolas medievales como testigo más llamativo de un abandono estructural. No estamos hablando de bienes menores, sino de exponentes de primera fila que figuran con letras de oro en cualquier manual de Historia del Arte y que, por otra parte, bien que se publicitan a bombo y platillo con fines turísticos o propagandísticos por las mismas instituciones que los abandonan a su suerte, no ocupándose de su protección y conservación.
* Profesor de Geografía e Historia en el IES "Gil y Carrasco" de Ponferrada.
Fotos: Relieves antes del robo; pieza desaparecida y ermita de la Santa Cruz de Montes de Valdueza.
1 comentarios:
A las 14 de agosto de 2007, 21:45:00 WET , Rodrigo ha dicho...
Enhorabuena. He leído mil comentarios y noticias acerca de la desaparición de la pieza en cuestión, todas incorrectas en cuanro a la interpretación de la pieza y su cronología, y todas politizadas. Es la primera reseña que leo sobre el tema que da una versión correcta y objetiva, además de acertada históricamente. No conocía este blog, que seguiré a partir de ahora.
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