El patrimonio toresano
TORO EN EL OLVIDO
Por José Ignacio Martín Benito
El grave estado de conservación de la Colegiata de Toro pone de relieve la falta de una política de mantenimiento, conservación y rehabilitación del patrimonio cultural en general, y de la provincia de Zamora en particular. Tiene que caerse una gárgola en la catedral de León, un ara en San Miguel de Escalada o un bolo en la Colegiata de Toro para se enciendan todas las alarmas y trascienda el abandono u olvido del patrimonio por parte de la Junta de Castilla y León, administración con competencias en esta materia.
Pero lejos de asumir estas competencias, causa asombro el que los responsables públicos –en este caso el delegado de la Junta en Zamora- lejos de afrontar el problema, hagan oídos sordos, y se despachen ante la pregunta de los periodistas con un “no contesto a eso y por el momento no quiero decir nada más”.
Precisamente lo que los ciudadanos quieren son respuestas. En este caso sobre un gravísimo problema de conservación que afecta a uno de los principales monumentos del patrimonio cultural de Castilla y León, como es la Colegiata de Toro.
Si la última intervención realizada por la Junta en la Colegiata data del año 2000; si hay un Plan Director del monumento, si la Dirección General de Patrimonio tenía en sus manos un informe sobre el estado del edificio, elaborado precisamente por una autoridad en la materia y miembro de la Comisión Territorial de Patrimonio, no se entiende qué ha estado esperando la Junta tanto tiempo para no intervenir.
Recordar -como han hecho los responsables de la administración regional-que el propietario de la Colegiata es el obispado, no exime la responsabilidad de la Junta de Castilla y León, pues el monumento forma parte del patrimonio cultural de la comunidad, con la categoría de BIC, sobre el cual la administración tiene contraídas unas obligaciones, conforme a la propia ley de 11 de julio/2002 del patrimonio cultural de Castilla y León.
La Junta se ha olvidado desde hace mucho del patrimonio de la provincia de Zamora. Lo pone de manifiesto el que 26 expedientes BIC estén incoados y no resueltos y que el ritmo de resolución sea de un expediente cada cuatro años; el olvido es evidente, además, cuando Zamora es la última provincia de Castilla y León en número de BIC y cuando algunos de estos BIC atraviesan un proceso de degradación y ruina, como es, por citar algunos ejemplos, el convento de San Román del Valle, la torre de la iglesia de Santo Tomás en Villanueva del Campo, la de San Nicolás en Castroverde, o la propia fachada del Hospital de la Piedad, donde a pesar de haberse caído parte de una moldura hace dos años y amenazar con más desprendimientos, la Junta está de brazos cruzados.
Con esta política de brazos en cruz y mirar para otro lado, poco se contribuye a potenciar la “marca Castilla y León”, que tiene en el patrimonio uno de sus pilares de referencia. Así no se promociona el turismo, antes al contrario, se da una imagen negativa de nuestras villas y ciudades.
Ni Toro ni los toresanos, en el caso que nos ocupan, tienen por qué sufrir el desprecio de una administración, que se arroga, eso sí, el mérito de otros –ya sea obispado o Fundación “González Allende”, mientras ella no entiende ni de legados ni de responsabilidad. A esto sencillamente, “no contestan” como ha declarado el delegado territorial.
El grave estado de conservación de la Colegiata de Toro pone de relieve la falta de una política de mantenimiento, conservación y rehabilitación del patrimonio cultural en general, y de la provincia de Zamora en particular. Tiene que caerse una gárgola en la catedral de León, un ara en San Miguel de Escalada o un bolo en la Colegiata de Toro para se enciendan todas las alarmas y trascienda el abandono u olvido del patrimonio por parte de la Junta de Castilla y León, administración con competencias en esta materia.
Pero lejos de asumir estas competencias, causa asombro el que los responsables públicos –en este caso el delegado de la Junta en Zamora- lejos de afrontar el problema, hagan oídos sordos, y se despachen ante la pregunta de los periodistas con un “no contesto a eso y por el momento no quiero decir nada más”.
Precisamente lo que los ciudadanos quieren son respuestas. En este caso sobre un gravísimo problema de conservación que afecta a uno de los principales monumentos del patrimonio cultural de Castilla y León, como es la Colegiata de Toro.
Si la última intervención realizada por la Junta en la Colegiata data del año 2000; si hay un Plan Director del monumento, si la Dirección General de Patrimonio tenía en sus manos un informe sobre el estado del edificio, elaborado precisamente por una autoridad en la materia y miembro de la Comisión Territorial de Patrimonio, no se entiende qué ha estado esperando la Junta tanto tiempo para no intervenir.
Recordar -como han hecho los responsables de la administración regional-que el propietario de la Colegiata es el obispado, no exime la responsabilidad de la Junta de Castilla y León, pues el monumento forma parte del patrimonio cultural de la comunidad, con la categoría de BIC, sobre el cual la administración tiene contraídas unas obligaciones, conforme a la propia ley de 11 de julio/2002 del patrimonio cultural de Castilla y León.
La Junta se ha olvidado desde hace mucho del patrimonio de la provincia de Zamora. Lo pone de manifiesto el que 26 expedientes BIC estén incoados y no resueltos y que el ritmo de resolución sea de un expediente cada cuatro años; el olvido es evidente, además, cuando Zamora es la última provincia de Castilla y León en número de BIC y cuando algunos de estos BIC atraviesan un proceso de degradación y ruina, como es, por citar algunos ejemplos, el convento de San Román del Valle, la torre de la iglesia de Santo Tomás en Villanueva del Campo, la de San Nicolás en Castroverde, o la propia fachada del Hospital de la Piedad, donde a pesar de haberse caído parte de una moldura hace dos años y amenazar con más desprendimientos, la Junta está de brazos cruzados.
Con esta política de brazos en cruz y mirar para otro lado, poco se contribuye a potenciar la “marca Castilla y León”, que tiene en el patrimonio uno de sus pilares de referencia. Así no se promociona el turismo, antes al contrario, se da una imagen negativa de nuestras villas y ciudades.
Ni Toro ni los toresanos, en el caso que nos ocupan, tienen por qué sufrir el desprecio de una administración, que se arroga, eso sí, el mérito de otros –ya sea obispado o Fundación “González Allende”, mientras ella no entiende ni de legados ni de responsabilidad. A esto sencillamente, “no contestan” como ha declarado el delegado territorial.
Foto: Pórtico, cabecera y crucero de la Colegiata de Toro.
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