A la muralla de Arévalo
FRAGMENTO DE UN POEMA
Daniel del Soto Izquierdo *
Daniel del Soto Izquierdo *
Viniendo de Madrigal, entrando andando en Arévalo por el antiguo Puente de Medina, quedé asombrado, al divisar en la lejanía, algo que no distinguía, pero según me acercaba, contemplaba atónico, cómo aparecía una magnífica obra de arte modernista, que puede competir en inclinación hasta con la torre de Pisa, cuya silueta tiene esa especial gracia, que dan sus sinuosas curvas, que ni Gaudí, las hubiera diseñado mejor.
Con curiosidad, pregunté a un viandante qué es aquella maravilla; respondiome que era la famosa e inacabada nueva muralla de hormigón armado de Arévalo, en su tramo de San Miguel. Sin pretenderlo, me llegó el pensamiento, lo eufórico que debía de estar su alma mater por semejante obra de arte, ya que de dicho muro de hormigón armado, ha conseguido al mismo tiempo, el increíble efecto artístico de parecer un ser vivo, transmitir sentimientos y moverse en el espacio.
Siendo vivo, al reflejar el dolor que siente su artífice, conseguido con gran percepción, con ese retorcimiento causado por tanta tropelía, creando la duda si el mismo es causado por la posible paralización de sus ilusorios proyectos, o por el despilfarro de fondos públicos, que en los mismos se han producido.
Transmitiendo sentimientos, con vibrantes sensaciones, parecidas a las existentes en lugares exotéricos, que se siente al transitar por la espectacular escalera de hormigón y acero corten, y comprobar que al final de su recorrido, solo existe el vacío.
La obra se mueve en el espacio, ya que el tramo de muro se asemeja al movimiento que produce un potro salvaje desbocado, cuando cabalga al trote sin parar, por la ladera, hacia el cauce del río Arevalillo.
Ante tanta proeza, no es de extrañar que hasta una gran dama, consejera de algo que no se entiende para qué sirva, haya sentido una envidia sana, y con el asesoramiento de tan eminente inspirador, quiera repetir o superar su hazaña. Para realizar sus experimentos, ha escogido el río Adaja, pretendiendo junto al mismo, construir un nuevo muro, donde no había nada, y con la ayuda del terreno, y lo escarpado del mismo, es fácil que supere ampliamente, con su idílico nuevo falso histórico, a su ilustre asesor.
Siguiendo la muralla volví al viejo Puente de Medina, asomándome al mismo, contemplé las aguas del río Arevalillo, con su transcurrir, emitían un murmullo, como preguntándole al puente: “amigo, ¿qué te pasa, por qué en silencio estás, que ya ni ruido trasmites?” El puente con su mutismo contestaba: “no hay ruido, porque estoy herido, porque como un animal, me han abierto en canal, y siento la sensación de soledad al haberme abandonado, tanto aquellos que proclamaban que me defendían, como mis viejos admiradores, que en los momentos decisivos, para otro lado han mirado”.
Comprendí entonces aquellas palabras que me dijeron, que es un puente con embrujo, y con un encanto especial, que aunque fue declarado Bien de Interés Cultural, a más de uno ha hecho perder el sentido, nubla la mente, impide tomar decisiones sencillas y produce reacciones de agresividad contra él mismo, como a la vista está.
Dicen, que hay algún Prócer que, con su buen hacer, ya está pensando en apuntarse un nuevo tanto con su futura reparación, a la que tanto ha contribuyendo, al haber permitido que le acariciaran con esas cariñosas vibraciones, con esa delicada zanja, y que, próximamente, prepara coserle con esos finos hilos de seda de agua a presión, que con tan buen criterio pretenden colocarle, para que todos los Arevalenses tengan el corazón en un puño, y el pueblo pueda elevar sus plegarías al cielo, para que en Arévalo pronto se recupere la cordura y el sentido común.
* Concejal socialista en el ayuntamiento de Arévalo.
Con curiosidad, pregunté a un viandante qué es aquella maravilla; respondiome que era la famosa e inacabada nueva muralla de hormigón armado de Arévalo, en su tramo de San Miguel. Sin pretenderlo, me llegó el pensamiento, lo eufórico que debía de estar su alma mater por semejante obra de arte, ya que de dicho muro de hormigón armado, ha conseguido al mismo tiempo, el increíble efecto artístico de parecer un ser vivo, transmitir sentimientos y moverse en el espacio.
Siendo vivo, al reflejar el dolor que siente su artífice, conseguido con gran percepción, con ese retorcimiento causado por tanta tropelía, creando la duda si el mismo es causado por la posible paralización de sus ilusorios proyectos, o por el despilfarro de fondos públicos, que en los mismos se han producido.
Transmitiendo sentimientos, con vibrantes sensaciones, parecidas a las existentes en lugares exotéricos, que se siente al transitar por la espectacular escalera de hormigón y acero corten, y comprobar que al final de su recorrido, solo existe el vacío.
La obra se mueve en el espacio, ya que el tramo de muro se asemeja al movimiento que produce un potro salvaje desbocado, cuando cabalga al trote sin parar, por la ladera, hacia el cauce del río Arevalillo.
Ante tanta proeza, no es de extrañar que hasta una gran dama, consejera de algo que no se entiende para qué sirva, haya sentido una envidia sana, y con el asesoramiento de tan eminente inspirador, quiera repetir o superar su hazaña. Para realizar sus experimentos, ha escogido el río Adaja, pretendiendo junto al mismo, construir un nuevo muro, donde no había nada, y con la ayuda del terreno, y lo escarpado del mismo, es fácil que supere ampliamente, con su idílico nuevo falso histórico, a su ilustre asesor.
Siguiendo la muralla volví al viejo Puente de Medina, asomándome al mismo, contemplé las aguas del río Arevalillo, con su transcurrir, emitían un murmullo, como preguntándole al puente: “amigo, ¿qué te pasa, por qué en silencio estás, que ya ni ruido trasmites?” El puente con su mutismo contestaba: “no hay ruido, porque estoy herido, porque como un animal, me han abierto en canal, y siento la sensación de soledad al haberme abandonado, tanto aquellos que proclamaban que me defendían, como mis viejos admiradores, que en los momentos decisivos, para otro lado han mirado”.
Comprendí entonces aquellas palabras que me dijeron, que es un puente con embrujo, y con un encanto especial, que aunque fue declarado Bien de Interés Cultural, a más de uno ha hecho perder el sentido, nubla la mente, impide tomar decisiones sencillas y produce reacciones de agresividad contra él mismo, como a la vista está.
Dicen, que hay algún Prócer que, con su buen hacer, ya está pensando en apuntarse un nuevo tanto con su futura reparación, a la que tanto ha contribuyendo, al haber permitido que le acariciaran con esas cariñosas vibraciones, con esa delicada zanja, y que, próximamente, prepara coserle con esos finos hilos de seda de agua a presión, que con tan buen criterio pretenden colocarle, para que todos los Arevalenses tengan el corazón en un puño, y el pueblo pueda elevar sus plegarías al cielo, para que en Arévalo pronto se recupere la cordura y el sentido común.
* Concejal socialista en el ayuntamiento de Arévalo.
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