Perlas del patrimonio
Rafael González Rodríguez
El hospital de la Piedad de Benavente constituye uno de los escasos ejemplos de instituciones benéficas civiles que han permanecido fieles, durante prácticamente cinco siglos, a su espíritu fundacional, y todo ello pese a los múltiples avatares históricos por los que ha pasado. Expoliado durante la Guerra de la Independencia, tras la Desamortización sirvió como cuartel y también como sanatorio militar. En la actualidad, el edificio acoge una residencia de ancianos atendida por la Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados. Aunque su última dedicación no se ajusta estrictamente a sus estatutos fundacionales, podemos considerar, en cualquier caso, que se ha mantenido la filosofía primitiva de asistencia a personas necesitadas.
Este edificio, declarado Bien de Interés Cultural en el año 2003, no es más que una muestra de los diferentes hospitales y asilos que tuvo la villa de Benavente. Es el caso del Hospital de San Antón, regido por canónigos regulares de San Antonio Abad que aún existía en 1738. Hoy nada queda de él, a no ser el nombre perpetuado en el Barrio de las Eras de San Antón. El Hospital de San Juan Bautista, perteneciente a la Orden de San Juan de Jerusalén o de los Caballeros de Malta, fue posteriormente reconvertido en Hospital Provincial. El Hospital de San Juan de Letrán, fundado hacia 1595, tenía su sede en la desaparecida Casa del Tinte. También deben citarse los hospitales de Santa Cruz y San Lázaro, de orígenes medievales, y el Hospital de San José o de Convalecientes, fundado en 1685, y desaparecido como tal en la pasada centuria.
La fundación del Hospital de la Piedad se debe al quinto Conde de Benavente, Alonso Pimentel (1499-1530) y a su esposa, Ana Fernández de Velasco y Herrera. Levantado a partir de 1517, para su ubicación se eligieron los solares de la antigua iglesia y hospital de Santa Cruz. Fiel testimonio de todo ello es la inscripción en caracteres góticos aún legible en la portada principal:
«ESTE HOSPITAL HIZIERON E DOTARON LOS ILUSTRES SEÑORES DON ALONSO PIMENTEL, QUINTO CONDE E DOÑA ANA DE VELASCO E HERRERA, SU MUJER, Y TITULÁRONLO DE NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD PORQUE NUESTRO SEÑOR LA AYA DE SUS ÁNIMAS; COMENÇOSE E DOTOSE EN EL AÑO DE MDXVII; ACABOSE EN EL AÑO DE XVIII»
La finalidad y dedicación jacobeas del centro quedan perfectamente definidas en el preámbulo de las ordenanzas de 1526: "porque los pobres e peregrinos que pasan por la villa de Venavente en romería a Santiago e a otras muchas partes e peregrinaziones recivan caridad e ayuda, e los enfermos sean curados e hallen saludable descanso e mitigazión de sus travajos, acordaron de fundar e dotar una cassa y hospital en la dicha villa de Benavente".
El Hospital de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, creado pocos años antes, constituyó el referente principal para los condes a la hora de establecer el modelo de funcionamiento. Esto es evidente y manifiesto tanto en los trámites seguidos para la fundación -muy similares en ambos casos-, como en la búsqueda de la protección papal a través de diversas mercedes y privilegios. El volumen creciente de peregrinos que a través de la Vía de la Plata se dirigían a venerar la tumba del Apóstol debió mover a los condes a acometer una fundación de estas características.
El funcionamiento interno de esta institución aparece minuciosamente detallado en las mencionadas ordenanzas de 1526. La administración del centro quedaba en manos de una hermandad de cien cofrades bajo la autoridad de dos abades, admitiéndose tanto a los legos como a los clérigos. Los matrimonios eran considerados como un sólo cofrade a efectos de contabilización. Las principales responsabilidades de gobierno recaían -aparte de los abades- en seis diputados, el mayordomo de la Hacienda y el mayordomo del Hospital. Completaban el organigrama seis capellanes -uno de ellos debía ser conocedor de lenguas extranjeras-, el físico, el cirujano, el barbero, el enfermero, el boticario, el cocinero, el despensero, el sacristán y otros oficiales y servidores diversos. Los pobres sanos y peregrinos eran recibidos por el administrador, proporcionándoles fuego, agua y cama por una noche, siguiendo la costumbre de otros centros similares. Para evitar la picaresca se les señalaba sus bordones, eliminando así la posibilidad de una vuelta injustificada.
El edificio fue construido en piedra en sus partes más nobles como la portada, el zaguán y el patio, y en tapial, ladrillo y madera para el resto. Diversos titulares del condado realizaron mejoras y ampliaciones a lo largo de su historia, a la vez que contribuyeron a su mantenimiento con donaciones y rentas. Las últimas reformas las hizo la condesa-duquesa María Dolores Tellez-Girón (1859-1939), una rama de la casa de Osuna a la que fue a parar toda la de Pimentel al extinguirse su linaje varonil. Como resultado de todo ello la planta y estructura originales han sido notablemente alteradas.
La portada, encuadrada dentro del Gótico final, pero con claras influencias renacentistas en su decoración constituye un interesante ejemplo de transición entre el Gótico de los Reyes Católicos y el Plateresco. Está realizada en piedra arenisca y preservada del suelo mediante un zócalo. La portada se ordena en torno a un gran arco de medio punto de generoso dovelaje y recuadrado por un alfiz. Bajo la cornisa lleva la ya indicada inscripción en letras góticas. Preside el cuerpo superior un alto relieve con la escena de la Piedad flanqueada por sendas pilastras cajeadas. A ambos lados campean también los blasones de los fundadores, rodeados de láureas. A la izquierda las armas de los Pimentel, con sus características veneras y las fajas bicolor, y a la derecha las de los Velasco, que constan de calderos con cabezas de sierpe en sus asas y los simbólicos ochos propios de la familia Herrera. Remata el ático un frontispicio con una cruz, una venera en su centro y dos flameros o candeleros a los lados. Se adorna todo el conjunto con detalles de decoración vegetal estilizada y fina labor de grutesco. En la puerta de entrada son de admirar las aldabas realizadas en hierro forjado, de la misma época que la fachada, en las que se ha venido reconociendo a los apóstoles Santiago y San Pedro. Ambas constan de su correspondiente figura bajo chambrana, chapa calada y pilaretes.
En el interior del edificio, después de atravesar el zaguán, se accede a un hermoso patio de planta cuadrada. Se organiza en pandas de cuatro arcos de mediopunto ligeramente peraltados, salvo la crujía de la capilla que presenta tres arcos escarzanos, tal vez para realzar y centrar la entrada al templo. Dichos arcos apean sobre gruesos pilares circulares con capiteles de orden dórico. En el piso superior, actualmente acristalado, se desarrollo otro orden de arcos de menor altura. Destacan especialmente en este cuerpo superior los antepechos de cantería labrada decorados con tracerías góticas, uno de ellos con un escudo de los Pimentel.
En la capilla del Hospital, muy alterada por las reformas, existen algunos elementos artísticos de interés. La verja es de hierro forjado, adornada con un friso de motivos góticos. Engalanan las paredes de la capilla, al pide de la bóveda nervada del cimborrio, los escudos policromados de Alonso Pimentel, V Conde de Benavente, y el de su esposa. También debe reseñarse una talla románica de la virgen con el niño, una pintura italiana, el órgano y el conjunto escultórico de la muerte de San José, del siglo XVII, este último restaurado para una de la ediciones de la Edades del Hombre.
Existe otra puerta monumental de acceso, casi oculta al fondo de un callejón con entrada desde la Calle Santa Cruz. Fue levantada en 1800 bajo el patronazgo de la XV condesa, María Josefa Alonso Pimentel (1763-1834), coincidiendo con una serie de obras de ampliación y reforma de la fábrica primitiva. Se trata de una sobria portada de aire neoclásico, con arco escarzano, breve entablamento liso, frontón triangular moldurado y remate de bolas apiramidadas sobre peanas. Preside el tímpano el blasón de la familia.
Etiquetas: Zamora
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