Impulso al turismo cultural
MOMBUEY ORGANIZARÁ VISITAS A LA TORRE TEMPLARIA
El castro de Fresno y el paraje de «La Cama de los Moros» serán también promocionados
Araceli Saavedra
Araceli Saavedra
El Ayuntamiento de Mombuey potenciará el reconocimiento arqueológico de sus yacimientos en el municipio para impulsar el turismo en torno al monumento más reconocido, la torre Templaria de Mombuey, y los yacimientos menos con conocidos como el castro de Fresno de la Carballeda y el paraje de «la Cama de los Moros» también en Fresno que parecer ser un asentamiento medieval.
Martín Ferreras, vecino y concejal del Ayuntamiento, es conocedor de las leyendas en torno al Castro de Fresno, que se conoce en el pueblo como el Castro del Buracote, o Castro del Burro, aunque la denominación de buracote «agujero» tiene más sentido.
Este castro data de la Edad del Hierro, y está ubicado en ubicado en una pequeña elevación junto al río Tera, ahora embalsado en las aguas del pantano de Valparaíso.
Las historias locales relatan que a este promontorio se accedía mediante una cueva excavada en roca que salía a la orilla del río pero que ha quedado anegada, tanto si es un leyenda como si es una realidad, por la crecida de las aguas tras la construcción del pantano.
El castro estaba reforzado por un sistema defensivo de muralla, foso y campo de piedras hincadas. Todo ello se aprecia con notable claridad pese a que se ha abandonado el cultivo de las fincas del promontorio y la escoba y el roble se han fijado a las piedras caídas de la muralla y entre las punteras piedras hincadas.
El Castro del Burato está inventariado desde las excavaciones arqueológicas realizadas en julio de 1979 por el profesor Ángel Esparza. En el poblado se hallaron piezas de cerámica celtibérica pintada con semicírculos, lo que desvela que el poblado seguía ocupado entre los siglos III y I a. C, si bien el sistema defensivo participa de las características de la Primera Edad del Hierro entre los siglos VIII- IV a. C., como detalla el procurador Martín Benito que ha rastreado los orígenes del recinto y respalda la iniciativa municipal de dar valor turístico a los vestigios de la Historia.
El castro de Fresno tiene un expediente abierto para su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) desde el 24 de noviembre de 1980 que aún no se ha resuelto y que el alcalde Jesús Leal confía en dar un impulso desde las Cortes a través de la proposición no de Ley que ha presentado su grupo parlamentario.
Los terrenos interiores del castro se utilizaron para la labranza. En esa porción de tierra se suceden fincas particulares y comunales, usadas hasta no hace muchos años. Sus propietarios recuerdan que cuando labraban «se oía un ruido como si debajo estuviera hueco».
También afloraban con frecuencia las piedras de diferentes tamaños. Varios montones de piedras aparecen derrumbadas sobre el suelo. Unos mantienen que corresponden a las viviendas de los moradores del castro y otros que podían ser de construcciones a modo de torres de vigilancia. Se localizan con claridad hasta media docena de estos apilamientos.
El campo de piedras hincadas siguen cumpliendo su función, dificulta sobre manera el acceso a la muralla que, al contrario que el campo de piedras hincadas, no presenta resistencia al avance ni de personas ni de animales. Es más difícil ver su perímetro porque en algunos puntos ha desaparecido por la proliferación del matorral.
Los ciervos dejan su rastro de deposiciones y sus huellas por los pequeños caminos que han trazado en su ir y venir por la zona. Las piedras hincadas se mantienen casi en la misma posición que hace dos millares de años, profundamente enterradas y difíciles de sustraer al terreno.
Del paraje de «La Cama de Los Moros», también en Fresno, los datos son inciertos e imprecisos. Sobre el terreno están excavados en granito dos tumbas que según todos los indicios podrían ser los sarcófagos de dos personas y no pequeñas.
La longitud, desde la cabeza a los pies, de una de ellas es de 1,90 centímetros aproximadamente, aunque las perspectiva induce a pensar que eran personas de pequeña estatura.
Sobre quien yacía en el hueco las especulaciones son numerosas, desde los moros, hasta un matrimonio o un par de eremitas. Las hipótesis se acercan más a los pobladores de un cenobio o de una pequeña ermita cuyas ruinas se conocen, y en el pueblo se sabe con precisión que en ese lugar se conocieron los cimientos de una pequeña capilla de oración.
«La Cama de los Moros», es además un lugar señalizado «porque mucha gente pregunta por ella» dice el vecino Martín Ferreras.
Hasta hace poco un mástil de hierro y una bandera de plástico sobre el promontorio de rocas señalaba el lugar. Ahora en el promontorio con el mástil de hierro se han apilado piedras que sirven de indicativo para curiosos, caminantes y amantes de los pequeños vestigios de la arqueología menos conocida y casi olvidada. La transmisión oral precisamente ha impedido hasta ahora que se pierda el lugar exacto donde está el enterramiento y la antigua ermita, difícil ya de recuperar.
En septiembre del pasado año, el procurador socialista pidió el expediente del castro, para saber el estado de tramitación. La Junta de Castilla y León encargó un informe de documentación a una empresa de estudios arqueológicos, y el expediente estaba paralizado desde 1980.
Foto: El alcalde de la pedanía de Fresno de la Carballeda, Martín Ferreras, junto a las tumbas altomedievales.
Martín Ferreras, vecino y concejal del Ayuntamiento, es conocedor de las leyendas en torno al Castro de Fresno, que se conoce en el pueblo como el Castro del Buracote, o Castro del Burro, aunque la denominación de buracote «agujero» tiene más sentido.
Este castro data de la Edad del Hierro, y está ubicado en ubicado en una pequeña elevación junto al río Tera, ahora embalsado en las aguas del pantano de Valparaíso.
Las historias locales relatan que a este promontorio se accedía mediante una cueva excavada en roca que salía a la orilla del río pero que ha quedado anegada, tanto si es un leyenda como si es una realidad, por la crecida de las aguas tras la construcción del pantano.
El castro estaba reforzado por un sistema defensivo de muralla, foso y campo de piedras hincadas. Todo ello se aprecia con notable claridad pese a que se ha abandonado el cultivo de las fincas del promontorio y la escoba y el roble se han fijado a las piedras caídas de la muralla y entre las punteras piedras hincadas.
El Castro del Burato está inventariado desde las excavaciones arqueológicas realizadas en julio de 1979 por el profesor Ángel Esparza. En el poblado se hallaron piezas de cerámica celtibérica pintada con semicírculos, lo que desvela que el poblado seguía ocupado entre los siglos III y I a. C, si bien el sistema defensivo participa de las características de la Primera Edad del Hierro entre los siglos VIII- IV a. C., como detalla el procurador Martín Benito que ha rastreado los orígenes del recinto y respalda la iniciativa municipal de dar valor turístico a los vestigios de la Historia.
El castro de Fresno tiene un expediente abierto para su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) desde el 24 de noviembre de 1980 que aún no se ha resuelto y que el alcalde Jesús Leal confía en dar un impulso desde las Cortes a través de la proposición no de Ley que ha presentado su grupo parlamentario.
Los terrenos interiores del castro se utilizaron para la labranza. En esa porción de tierra se suceden fincas particulares y comunales, usadas hasta no hace muchos años. Sus propietarios recuerdan que cuando labraban «se oía un ruido como si debajo estuviera hueco».
También afloraban con frecuencia las piedras de diferentes tamaños. Varios montones de piedras aparecen derrumbadas sobre el suelo. Unos mantienen que corresponden a las viviendas de los moradores del castro y otros que podían ser de construcciones a modo de torres de vigilancia. Se localizan con claridad hasta media docena de estos apilamientos.
El campo de piedras hincadas siguen cumpliendo su función, dificulta sobre manera el acceso a la muralla que, al contrario que el campo de piedras hincadas, no presenta resistencia al avance ni de personas ni de animales. Es más difícil ver su perímetro porque en algunos puntos ha desaparecido por la proliferación del matorral.
Los ciervos dejan su rastro de deposiciones y sus huellas por los pequeños caminos que han trazado en su ir y venir por la zona. Las piedras hincadas se mantienen casi en la misma posición que hace dos millares de años, profundamente enterradas y difíciles de sustraer al terreno.
Del paraje de «La Cama de Los Moros», también en Fresno, los datos son inciertos e imprecisos. Sobre el terreno están excavados en granito dos tumbas que según todos los indicios podrían ser los sarcófagos de dos personas y no pequeñas.
La longitud, desde la cabeza a los pies, de una de ellas es de 1,90 centímetros aproximadamente, aunque las perspectiva induce a pensar que eran personas de pequeña estatura.
Sobre quien yacía en el hueco las especulaciones son numerosas, desde los moros, hasta un matrimonio o un par de eremitas. Las hipótesis se acercan más a los pobladores de un cenobio o de una pequeña ermita cuyas ruinas se conocen, y en el pueblo se sabe con precisión que en ese lugar se conocieron los cimientos de una pequeña capilla de oración.
«La Cama de los Moros», es además un lugar señalizado «porque mucha gente pregunta por ella» dice el vecino Martín Ferreras.
Hasta hace poco un mástil de hierro y una bandera de plástico sobre el promontorio de rocas señalaba el lugar. Ahora en el promontorio con el mástil de hierro se han apilado piedras que sirven de indicativo para curiosos, caminantes y amantes de los pequeños vestigios de la arqueología menos conocida y casi olvidada. La transmisión oral precisamente ha impedido hasta ahora que se pierda el lugar exacto donde está el enterramiento y la antigua ermita, difícil ya de recuperar.
En septiembre del pasado año, el procurador socialista pidió el expediente del castro, para saber el estado de tramitación. La Junta de Castilla y León encargó un informe de documentación a una empresa de estudios arqueológicos, y el expediente estaba paralizado desde 1980.
Foto: El alcalde de la pedanía de Fresno de la Carballeda, Martín Ferreras, junto a las tumbas altomedievales.
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