El patrimonio de Castilla y León

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domingo, 11 de noviembre de 2007

La destitución de José Navarro Talegón (2)

NAVARRO TALEGÓN
Por Braulio Llamero
La Opinión de Zamora, 11 noviembre 2007

UNO. Creo que no es la primera vez que lo cuento. Pero es lo primero que me vino a la cabeza al enterarme, entre atónito e incrédulo, de la vergonzosa destitución de José Navarro Talegón como Comisionado de Patrimonio. Transcurría el año 1990 y acababa de nacer un nuevo diario, "La Opinión de Zamora", en el que yo era redactor jefe. Un día, en la nave de Coreses en la que arrancamos, recibí una llamada del añorado Antonio Redoli. Pedía mi asistencia, si me parecía, a una reunión de gentes de la cultura zamorana para ver qué podíamos hacer en defensa de Navarro Talegón, ante el acoso que estaba sufriendo en Toro por su férrea defensa del Patrimonio. Redoli y otras mentes lúcidas pensaban en una especie de homenaje público al Comisionado de Patrimonio, para que supiera que no estaba solo en sus desvelos y para que lo supieran también algunos de sus pocos pero muy poderosos "enemigos". La reunión tuvo lugar en el propio domicilio de Redoli. Pero quedó reducida a distendido encuentro de amigos, ya que Navarro Talegón, enterado del asunto, se apresuró a pedir que no hiciéramos nada, porque darle un apoyo explícito quizá sirviese sólo para empeorar la situación.

DOS. Ese trabajo que tan en serio se tomó José Navarro Talegón durante 28 años, que tantos disgustos le provocó, que tan alto coste personal le supuso a menudo, resulta ser, digámoslo cuanto antes, puro altruismo; es decir, puro regalo a usted, a mí, a todos nosotros. Estamos ante la antítesis de la política al uso. A Navarro Talegón nadie le daba un duro por ser Comisionado de Patrimonio. Es una función honorífica y por supuesto gratuita. Como me decía él mismo ayer, riendo: "¿Acaso crees que si esto hubiese sido un cargo pagado, me hubieran nombrado alguna vez y menos durante tanto tiempo?". Toda una vida, pues, la de este hombre, regalando su sabiduría, su incorruptible integridad, a su Toro en primer término, a la provincia en general y a la Junta de Castilla y León muy en particular, desde que, ay, depende de ella todo lo de Patrimonio.

TRES. ¿Cómo es posible que con estos antecedentes, no costando a nadie un céntimo, pueda haber alguien interesado en mandar al cuerno los impagables esfuerzos de Navarro Talegón? Pues ya ven. Tenía nuestro ex Comisionado de Patrimonio un pequeño defectillo, insoportable para esta Junta: hablaba claro, cuando había que hacerlo; y si era necesario, pese a su natural apacible, hablaba alto; y si no le dejaban más salida, protestaba por escrito y en informes absolutamente irrefutables, dada su solvencia. Ya ves, tú. ¡Hacer eso en los dominios del "demócrata" Sedano! ¡En el oasis feliz -alias, cementerio- del presidente Herrera! ¡Vade retro, Navarro Talegón! ¡No oses decir que la Junta no dio un euro a Toro para restauraciones, ni siquiera con motivo de la brillantísima exposición "Legados", por la abrumadora razón de que la consejera Clemente y el alcalde Sedano "no se llevaban"! ¡Y no se te ocurra demostrar que la Colegiata se cae de puro abandono! Tú, si quieres seguir de Comisionado, sugiere sólo qué conviene, pero en voz baja, sin que lo oiga nadie y sin impacientarte por más que pasen siglos...

CUATRO. No sé de quién será la culpa de esta destitución, tan impresentable como escandalosa. No sé si la iniciativa habrá partido de Toro, donde alguno, al verse en horas bajas, quizá intente cambiar el curso de los ríos. No sé si será cosa del PP, incapaz de soportar la visión de su imagen en el espejo. Ignoro si el asunto se habrá cocido sólo en el Valladolid de los burócratas "junteros", en cuyos despachos es leyenda que jamás ha entrado el aire fresco de la discrepancia. El caso es que el error es de los que hacen época. Pues a ver de dónde saca ahora la Junta a alguien que sustituya a Navarro Talegón y llegue siquiera a la suela de sus zapatos. Y no por los conocimientos, ojo; que por ahí siempre puede haber gente sobradamente preparada. Sino por lo más difícil, por la entrega apasionada y generosa, por el empeño en salvar el Patrimonio de todos aunque a él personalmente le costara el suyo.

A ver de dónde sacamos otro así. Ese es el delito que han cometido los autores de tamaña estupidez. Nos han privado a todos los zamoranos, a los de Toro en particular, de un auténtico, de un genuino y de un inmerecido Defensor del Pueblo. Del pueblo de verdad y por la cara.

CINCO. Lástima que ya no esté Redoli. Sus amigos y los de Navarro Talegón, que seremos los mismos más o menos, tendremos que volver a reunirnos. Y esta vez, diga lo que diga el bondadoso interesado, habrá que hacerle el homenaje que hace casi veinte años no nos permitió. Ahora, ya no hay nada que perder, Pepe. Y en nuestra eterna calidad de perdedores, será un placer plantarnos ante todos estos zotes, con más pluses salariales que dedos de frente.
Braulio LLamero es escritor y periodista.

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